domingo, 1 de mayo de 2011

VIII - OJOS VENDIDOS

Es el mundo de los ciegos,
patria del anochecer.
En él me adentraré luego
cuando ya no pueda ver.

Celebramos la llegada
a la tierra prometida
acudiendo a las paradas
en horas intempestivas.

No vimos la luz del Sol
ni tampoco las estrellas.
Si mentí por omisión
la pregunta no era bella.

Acompáñame a este mundo
pues tengo la sensación
de que en tu ausencia me hundo
pensando en un mundo mejor.

Orilla de luz del Este,
¿por qué has de hacerme ver?
¡Deja a la esfera celeste
en perpetuo oscurecer!

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