domingo, 20 de octubre de 2013

DESCONOCER

 Conocer a una persona probablemente es imposible. Llegar al punto de creer conocer es simplemente una tarea ardua. Tomarte la paciencia, el esmero de entrever los pequeños detalles, de adivinar con mejor o peor suerte y seguir tanteando metafísicamente lo que deja a entrever la interacción, todo ello es un camino circular, infinito. Llegados a este punto tan alejado de la cima como de la llanura a veces da por pensar que en algún momento quizá toque desandar lo andado borrando o ignorando las huellas. Ese "se acabó" seco con eco que ni es del todo cierto ni necesita serlo.

El problema está entre las partes y el todo. A veces no se entienden, y menos con lógica. Porque en el fondo la comunicación necesita un sustento emocional donde arraigar, donde crecer y donde poder morir. No es un drama, es simplemente incómodo. Esa triste y tonta simpleza me trae el regusto Schopenhauer, eso es señal de que en este momento es mejor rumiar que sublimar. Recordar esta increíble capacidad humana de generar basura me va a dar mucho que pensar.

domingo, 13 de octubre de 2013

PARAMNESIA INFANTIL

 En el fondo me sigo sintiendo como un niño. Recuerdo que de pequeño divagaba intentando averiguar cual era el mejor poder sobrehumano que pudiese crear la fantasía. De hecho un encuentro reciente de un amigo de la infancia me recordó que, jugando con cuatro o cinco años cierto día le dije "Te he ganado porque soy el más fuerte." a lo que respondió "No, porque yo soy el más inteligente." Al quedarme sin respuesta, seguimos jugando a ser titanes en igualdad de condiciones, sin darle la menor importancia a la retórica.

 Más adelante me fui decantando por algún tipo de poderío que pudiera arrastrar a quien fuese a la locura. Para tal propósito serviría poder convertirme en quien quisiese. Pensé incluso una mejora: que ese alguien pudiera ser nadie y así hacerme invisible. De niño no pensaba que dicha idea pudiera ser una incongruencia metafísica o material para una canción de letra densa. Lo que quería (lo que supongo que todo crío habrá querido alguna vez) era simplemente ser un héroe. Con esa habilidad e identificando al malo, podría salvar el mundo, hacer justicia... Que simple me parecía entonces, que absurdo, pretencioso y maniqueo me parece ahora.

 Llegué a darle tantas vueltas que ya tenía jugada montada.  Aprovechando la invisibilidad, entraría de noche en la vivienda del villano/víctima, a ser posible durmiendo en soledad. Hacerme pasar por personas allegadas, susurrarles voces e inducirle a la demencia. Manipular su conducta y su visión del mundo mediante la locura, castigarlo o enderezar sus maldades hacia buenos derroteros. Eso si, necesitaría estar bien documentado, conocer historias triviales y hacerme pasar por amigos, familiares, amantes,... Si se pusiera violento podría convertirme en alguien más fuerte, más desagradable, más hermoso, más tierno, más autoritario, más aterrador,... Con tantos recursos sería mejor improvisar que un plan. Ser un héroe, qué bonito sonaba en la entonación propia de la infancia. Puede que piensen que menuda infancia debí tener para pensar este tipo de cosas. Piensen lo que quieran.

 Uno va creciendo a medida que se va conociendo. Ya me di cuenta de que ni soy americano ni tengo tantos cojones como para ser un héroe o salvar el mundo. Creo que simplemente poder verme desde fuera podría hacerme más feliz. Poder verme por primera vez en cualquier concierto, sacarme fallos, mejorar. Cruzarme conmigo mismo entre una manada de desconocidos. Adquirir posturas más apropiadas a cada situación. Aprovechar la perspectiva adicional para hacer trampas al póker. Poder juzgarme, mejor dicho, analizar los momentos en los que no sé si obré bien o mal., porque no me gusta ese regusto a duda en la conciencia. No sé si tengo motivos o derecho a actuar de esta manera, supongo que una intentona de coherencia valdrá más que mil dudas. En el fondo me sigo sintiendo como un niño. Voy creciendo mientras me pregunto cuánto me durará ese sentir.

sábado, 12 de octubre de 2013

DESOBJETIVADO

Soñé sin adjetivos ni objetivos, solo un mundo
extendido ante mi, desplegado en su conjunto.
El mar era la mar o los mares, siempre iguales,
la luz era la luz, la brisa, brisa, la sombra,
sombra,
como la de la Luna,
sólo una.
Todo era simplemente causa de una consecuencia
y consecuencia de otra causa,
y así sucesivamente.

El despertar aletargado y taciturno,
resolución de la tensión
de haber salido de este mundo
a inventar su sustitución
con el descanso nocturno.
Acostumbrar a los sentidos,
otra vez
al esfínter, al querer
y a la lógica al retorno
mundano, divino y perruno,
y con suerte al desayuno.

Con el olor a café pienso en las limitaciones
que arrastramos desde el sueño en maletas de madrugones.

martes, 16 de julio de 2013

"Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate...
Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación, saben leer y escribir, pero no ejercen. Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos. La televisión cada vez se hace más a su medida, las parrillas de los distintos canales compiten en ofrecer programas pensados para una gente que no lee, que no entiende, que pasa de la cultura, que quiere que la diviertan o que la distraigan aunque sea con los crímenes más brutales o con los mas sucios trapos de portera.
El mundo entero se está creando a la medida de esta nueva mayoría, amigos... Todo es superficial, frívolo, elemental, primario... para que ellos puedan entenderlo y digerirlo. Esos son socialmente la nueva clase dominante aunque siempre será la clase dominada, precisamente por su analfabetismo y su incultura, la que impone su falta de gusto y sus morbosas reglas y así nos va a los que no nos conformamos con tan poco, a los que aspiramos a un poco más de profundidad, un poquito más, joder..."


 Jesús Quintero en el programa El loco soy yo

jueves, 9 de mayo de 2013

¿SENTIMIENTO TRÁGICO O NO?

 Morimos antes de morir.
 Lo que cae en el olvido
es la parte pútrida y vedada
de nosotros mismos.
 También morimos después de morir,
continuamente.
 La huella que dejamos en el mundo
sobrevive a nuestro ego algún tiempo,
aunque te mataran para preservar tu silencio,
te hubieran llamado Séneca o King África.

 Hay muchas maneras de morir:
 Siendo olvidado,
perdonado, herido,
quedándote sin cuerda,
sin hora, sin sentido,
sin motivos o motores.
 Pero cuando alguien te dice "para mi, has muerto",
realmente te está dando una odiosa longevidad,
conservará lo peor de ti mientras pueda.
 Te recordará como a una alimaña, pero te recordará.
 Cuando alguien atiende a razones sin objeciones
no necesitaba motivos, sino ánimos.

 Hablamos de perecer
como si hubiéramos perecido mil veces
por un castigo inmerecido.
 Quizá nos reencarnemos dos o tres veces.
 O ninguna.
 O infinitas,
mejor casi infinitas:
así cada ser vivo participa de lo mismo:
de sí mismo.
 Supongamos que todo ser vivo
participa de ese algo común,
aunque parezca que no,
al menos no a la vez.
 Así podremos entender algún modo de justicia.
 Si engaño, seré engañado.
 Si ayudo, ya fui ayudado.
 Si soy juez, soy miles de juicios.
 Fui. Fuiste. Continuamente somos.
 Si soy verdugo, he sido cientos de víctimas
y seré otras mil.

 A mi, como ser racional, me da igual reencarnarme
sin tener la certeza de haber escrito estas lineas,
haber nacido, haberlas leído por primera vez, haber muerto,
haber nacido, haberlas leído por primera vez, por segunda vez, haber muerto,
haber nacido, haberlas leído por primera vez, haber pensado "vaya mierda", haber muerto,...
y saber que todos pusieron aquí sus ojos (o los pondrán) pero cada uno leyó un poema distinto.

 A mi, como ser emocional,
me engrandece el ego conjeturar haber sido Gandhi,
me enfurece el hecho haber sido judío en Auswitch,
 Me enorgullece haber sido Zappa, Hesse, Cleopatra,...
 No sé cómo pude ser Juana de Arco,
Pizarro, Leopoldo II de Bélgica,...
 Quizá este sea el motivo por de que conservamos la Historia como referente,
como girasoles que miran al pasado cuando llega la noche.

martes, 7 de mayo de 2013

SENTIDO

 Hay preguntas que me sacan de quicio
quizá por absurdas
o quizá porque no sé si pueden ser respondidas
o siquiera correspondidas.
 ¿Qué tal el concierto?
 ¿Cuál es el sentido de la vida?
 ¿Cómo (no) ves los colores?
 ¿Por qué no te gusta la navidad?
 ¿Cuándo vas a volver?
 Ni veo el futuro,
ni sé por qué me entra pena en las nochebuenas.
 Quizá no podáis describirme
los colores que le faltan a mis ojos,
ni el sentido de la vista a un topo,
pero cada uno planea su camino.
 No me quiero despedir,
solamente irme.

domingo, 28 de abril de 2013

LOS POSOS DEL CAFÉ

 Hacía ya cuatro meses que el hijo de doña Clementina partió a la guerra, y ya hacía tiempo que la viejita se desesperaba. Nuria, su nuera, le aconsejó ir con ella a una vidente gitana que, a cambio de unas monedas, le diría si su hijo tardará mucho en volver. El día dos de cada mes se reunirían para preguntarle a la ventura por Armando.

 La primera vez que fueron, la gitana les sorprendió por su ternura y su cercanía. Las recibió en su austero salón con tres tazas de café humeante sobre la mesa. Bebieron y le contaron su situación, que era el motivo de la mayor parte de las modestas ganancias de la viudita. No estuvo permitió azucarar el café, que era demasiado amargo como para contar el motivo de tanta pena, pero aún así suegra y nuera bebieron a buen ritmo. La gitana daba sorbos pequeños y ruidosos muy de vez en cuando. Al acabar las tazas vacías, la gitana miró en la disposición de los posos de café el estado de su querido Armando. “Está vivo, pero no llegará pronto.” La viudita se llamaba Esperanza. Aceptó y agradeció el donativo y despidió afectuosamente a sus clientes.

 Pocas noticias llegaban de la guerra, y la mayoría eran falsas. Clementina aprendió a descreer los bulos, aunque cada día dos acudía a la vidente, esa viudita desaliñada que siempre les decía lo mismo: “tu hijo está bien, tiene muchas ganas de volver pero que de momento no puede.” Por una parte era un alivio saberle con vida, aunque le temblaban las carnes al imaginar de refilón las crueldades a las que estaba expuesto. Con el simple gesto de darle unas monedas, la Esperanza se conformaba, y lo agradecía efusivamente, pero las buenas noticias merecen que la propina sea generosa, no vasa a ser que la tacañería gafara el futuro de su hijo. Clementina siempre decía lo mismo al salir de casa de Esperanza:
 -Nuria, cuando Armando vuelva a casa, quiero hacerle un regalo. Pero uno bueno, tienes que ayudarme a elegirlo bien.
 -Los zapatos que ya me comentó, ¿no?
 -Eso es, Nuria, zapatos de charol, de los que le gustan a él.
 -¿Y por qué no se los compra ya? Suegra, siempre está usted con lo mismo, cómpreselos ya y déjese de esperar.
 -¡No diga tonterías, hija! ¿Y si vuelve de la guerra sin un pie?
 -Pues le regala solo uno.
 Este diálogo puede dar a entender que la relación entre ellas era mala. En absoluto. Sólo tenían demasiada confianza, y Clementina pecaba de ser un poco pesada. No siempre se han llevado tan bien, pero los pesares en común, cuando unen, unen bastante.

 Pasaron los meses con rutina imperceptible que solo era interrumpida por la llegada del segundo día. Las campanadas de la iglesia anunciaban las horas y, de vez en cuando, las defunciones. Igualmente la visita a la gitana era la señal de que otro mes había pasado, lamentablemente, sin pena ni gloria. La providencia siempre decía lo mismo a través de los posos que Esperanza leía. La guerra estaba siendo una tensión que tiene que resolverse.

 La visita en la que se cumplieron cinco meses, la gitana tardó más de lo acostumbrado en enunciar su sentencia. Suegra y nuera se temieron lo peor, pero la viejita anuncio con una autoridad nunca vista: “Nuria, estás embarazada. Va a ser un niño.” A Nuria se le resbalaron las lágrimas a causa de un sentimiento tan ambiguo como desconocido. Se le pasaron por la cabeza cosas como “Si Armando tardara en volver y le pongo al niño un nombre que no le gustase, ¿se enfadaría? ¿se pondría triste?”
  -Se llamará Armando, como su padre.
  La idea no convenció a Nuria, pero en ese momento una opción mala era mejor que la parálisis de la indecisión.

 Al llegar a casa, a Clementina le entraron unas ganas irreprimibles de aprender a leer los posos. Le entró curiosidad casi enfermiza por entender qué vio Esperanza en aquellas tazas y, sobre todo, qué puede callar de lo que ve. Quiso ir a pedirle que le enseñara, pero no estaba segura de que la gitana lo interpretara como un gesto de desconfianza. Pensó que la mejor actitud para mostrar interés por aprender es la humildad, así que humildemente fue a su casa a pedirle que compartiera lo que sabe. Temió que le sentara mal la proposición, o que fuera la propia providencia la que elige quien puede ver simplemente la taza y quién más allá de la taza. Anduvo pensando o más bien divagando camino de su casa. Estaba nerviosa, aún así llamó al timbre con decisión. Olía a cafetera. Esperanza abrió la puerta, y sin mediar palabra pudo ver en la mesa dos tazas llenas y humeantes. Con una sonrisa muy tierna le dijo: “Si quieres aprender, empecemos cuanto antes.”

 Tardó poco en empezar a verle sentido, aunque se le escapaban muchos detalles. Todas las mañanas se tomaba un rato para, después de desayunar, interpretar la disposición que quedaba en el fondo de su taza, aunque todos los días veía la misma noticia: “Todavía no.” Mantenía informada de sus conjeturas a su nuera, la cual se fue a vivir a casa de la suegra, pues el octavo mes de embarazo se le estaba haciendo terriblemente solitario.

 Los días pasaban como si la guerra le hubiera quitado el sentido a la existencia. Nuria podía romper aguas en cualquier momento, así que Clementina se previno en tener avisado a su médico. Unas cuantas mañanas después (nadie sabría decir cuántas) Clementina se dispuso a leer los posos, cuando Nuria gritó de una manera tan espantosa que a su suegra se le cayó la taza de la mano, estallando en mil pedazos al llegar al suelo. Clementina sintió pavor al ver los cristales y los posos desperdigados por el suelo mientras escuchaba los aullidos de dolor de su nuera, que parecían provenir de la lejanía pero estaban a escasos metros. ¿La taza estaría rota porque… Armando… murió? ¿Habría provocado la desgracia queriendo saber antes de tiempo? La viejita se quedó petrificada en su asiento. Incluso creyó oír la voz de Armando como si estuviera ayudando a la futura madre de su hijo. Segundos después Armando entró en la cocina, entró realmente, y saludó a su madre con euforia. Clementina quiso saber antes de tiempo, pero la providencia sabe cómo y cuándo esconderse. La frase “Vas a ser abuela” en boca de su único hijo le devolvió a Clementina  el sentido de la realidad, de (la que en aquel momento era) la fantástica realidad.

sábado, 27 de abril de 2013

POEMA INFINITO

Como no sé que decir con estos versos proscritos
me he animado a resarcirme en un poema infinito.
Pues la tamaña hazaña que me ataña de por vida
le dará sentido a ésta si no le encuentro salida.
Si, seguiré escribiendo hacia aquel punto indefinido
sin pretender encontrar. Buscar de nada ha servido.
La obligación de escribir o de escribir por escribir se torna tan esperpéntica
que
como me empiece a aburrir
 comenzarán
                            a

                                 importarme

                                          una

                                                     m
                                                          i
                                                     e
                                                r
                                                  d
                                                        a
                                                                  las métricas simétricas.

Si la hilandera hilarante fuera bastante sincera
me diría
que afanarse
en tareas
imposibles
es de imbéciles
(no
mediría
sus palabras).
Es lo que ella piensa.

No me lo dirá
porque ella me vende el hilo
con el que voy bordando estas letras
y
ya
vislumbran el suelo del poema sin final alguno
que debería acabar, como todo en este universo,
mas como soy un tramposo mediante un truco bajuno
les mando a la linea uno, es decir, al primer verso.
                                                              Chis. Pum.

lunes, 15 de abril de 2013

CÓMO NO INVOCAR A LA LLUVIA

 La providencia no me ha vetado tantos dones como para que deba quejarme, pero me molesta la sequía creativa que arrastro. Escribo poco y  de ese poco no me convence casi nada. Por ello redacto esta instancia al subconsciente para que me provea de los métodos de antaño o de inspiración renovada.

 Descartemos la opción de la compasión. Propia o ajena no conduce a nada. Esto puede ser una racha, una despedida o una época de cambio. Sea como sea, quiero dejar constancia, pues el giro de los devenires dará un sentido u otro a la frase anterior.

 Creo que un motivo puede ser mi descreencia de la infalibilidad del lenguaje. Yo puedo expresar mi idea con mayor o menor acierto. Puedes comprenderla mejor o peor, pero siempre se pierde algo por el camino, inevitablemente. En su "Comentario al Banquete de Platón" Ortega y Gasset dijo:

 Leer, leer un libro es como todas las demás ocupaciones humanas, una faena utópica. […] “Leer” comienza por significar el proyecto de entender plenamente un texto. Ahora bien, esto es imposible. Sólo cabe, con un gran esfuerzo, extraer una porción más o menos importante de lo que el texto ha pretendido decir.

 Creo haber encontrado al menos una de las pretensiones que me llevaron a escribir: la ingenua esperanza de que un buen lector analice mis errores y me los muestre, que me haga enfrentarme a ellos cara a cara. El problema es el equilibrio, el qué y el cómo deben subordinarse al por qué sin flaquear. Quizá deba elegir entre la esencia, la forma o los motivos. Quizá todas estas palabras no sean más que juegos malabares, pues ser seres dotados de lenguaje implica ser seres dotados de limitaciones que no sé hasta que punto podemos ir superando. No sé siquiera si te estoy ubicando en mi querencia o te estoy mareando con palabrejas. 

 Asumiendo el margen de error existente en la redacción, en la comprensión e incluso en el propio lenguaje, creo encontrarme en un punto creativamente complicado. No contemplo seguir escribiendo como antes: no me parece honesto sabiendo de la fragilidad y maleabilidad de las palabras. Espero que estas ideas no hagan insegura tu escritura. Este blog será testigo de mi progreso o de mi abandono. Por cierto, ¿sabes cómo no invocar a la lluvia? Pues me alegro, es mejor no saberlo.

miércoles, 30 de enero de 2013

A PRINCESITAS Y RAMERAS

 Amiga mía, amor mío, desconocida de pulcra belleza: sé que las palabras que estás a punto de leer son duras y frías, pero no son soeces; ninguna esencia puede serlo. La filosofía hoy no es más que pura palabrería. Los excesos y remilgos del romanticismo suenan demasiado falsos en esta era, la de la sospecha y el desengaño. A veces duele darse cuenta que el mundo no es como lo hemos imaginado, pero esos tropiezos nos aclaran el camino cuya belleza es meramente subjetiva. No te preocupes, a todo se acaba acostumbrando la mirada.


 Sin más demora, ahí va el secreto a voces: Quiero follarte. ¿A que no te lo esperabas? Seguramente no de una forma tan directa. No importa el cómo, ni el cuándo, ni el por qué, es una cuestión instintiva. Quiero follarte como a una princesa o como a una furcia, pero no sólo a ti, sino a las que me traen tu recuerdo y a las que me hacen olvidarte. Quiero sacar la fiera que llevas dentro, quiero domarla, quiero saberte silvestre y cabalgarte tierna o salvajemente. No quiero adularte, ni ensalzarte, ni humillarte, ahora sólo quiero esa parte de ti que se muere por desnudarnos. No quiero darte palabras, sino hechos.

 Tal vez quisieras un príncipe azul modelado a partir de la férrea personalidad de un cabrón. Desengáñate. Tal vez quieras alguien que llegue, te haga sentir mujer y se esfume. Modestamente, no creo ser lo uno ni lo otro, aunque ciertas faltas de entendimiento te podrían llevar a pensar lo contrario. Reconozco mi naturaleza, la acepto y no me avergüenzo de ella. Si no fuera porque mi madre quiso ingenuamente convertir las astas del cabrón de mi padre en sangre azul, probablemente no estaría aquí escribiéndote. Todos somos hijos de la ingenuidad y la lujuria, estoy vivo a estas ganas locas de poseerte que comparto con mis mayores. Deseo montarte a ti y a tus semejantes. Ese es el penoso milagro, estoy vivo gracias al egoísmo y a la ingenuidad. Estás viva gracias a las erecciones y las dilataciones vaginales, gracias a los fluidos, a los deseos y pensamientos impuros. Están vivos gracias a ese celo de hormonas al que con mayor o menor acierto llamamos amor. Somos la lujuria perpetuándose a través del tiempo, vivimos porque quienes nos precedieron sucumbieron a la tentación y, si sucumbimos, vivirán. Ese es el ansiado fin, aunque los medios son potencialmente infinitos.

 Pienso en esos seres humanos fecundados in vitro, que proceden no sé si de una paja o de una jeringa. Por mucho que lo pretendamos, tanto nuestra fecundación, nuestra defunción y nuestra mísera búsqueda de la felicidad tienen ese matiz milagroso y deleznable que por igual nos atrae y nos repugna. No sé si quise haber sido tan explícito, aunque sinceramente lo necesitaba. No te lo tomes como una cuestión personal, sino genérica. No te he abierto mi corazón sino mi escroto, así que acepta como una muestra de sobria sinceridad esta serie de impertinencias.

miércoles, 23 de enero de 2013

DOS RETRATOS. UNA MODELO. NINGUNA CONCLUSIÓN

 "Ella es una persona admirable, trabajadora aunque divertida. Es bella, pero no tanto como para merecer los excesos del romanticismo. Tiene modestas aspiraciones, quiere ver mundo, aunque no siempre puede. Se entretiene jugando a ser músico, jugando a ser crítico, jugando a luchar, jugando, pues lo que no es obligatorio no se lo toma en serio. Hay gente que admira este hecho, y le dice que es responsable. A mi me da pena tanta seriedad, tanto trabajo realmente infructuoso, tanto talento tirado y tanto tiempo perdido. Si andara el largo y tedioso camino de las vocaciones... 
 Ella puede mantener una conversación seria dignamente, aunque preferirá romperá el hielo con algún divertimento. Suele desconfiar de su fuerza, pues siempre la cree menguada. Tiene fuerzas para luchar por lo que quiera, pero pocas veces lo tiene claro, así que, ¿de qué sirve tanta fortaleza, sin guía y con doble filo? Tantas dudas, tanta pretensión moral,... Ay de ella cuando crezca."

 "Realmente no tiene nada de especial. Es bonita, mas no voluptuosa. No tiene nada que contar, ni sabe contarlo de manera que suene interesante. Prefiere la telebasura a la novela, la radio-balada a la poesía y un par de cervezas a una docena. Suele agobiarse bajo presión, le gusta el olor del pan recién hecho, le cuesta afrontar las mañanas, aún así madruga casi a diario. Se puede decir que es esta señorita es, en el riguroso sentido de la palabra, normal. No llega a ser vulgar ni banal, pero poco le falta. Seguramente esta última frase sea más informativa que todos los ejemplos que pueda poner."

 Estas dos descripciones no distan más de un mes en el tiempo. Fueron escritas por la misma persona y describen a la misma persona. No hay en los textos una palabra que pretenda hiperbolizar, mentir ni desmentir. El autor encontró entre sus papelajos ambas descripciones, escritas hace ya bastante, quizá tres o cuatro años. Al recordarlas simultaneamente, se dio cuenta de qué fácil era mentir, sobre todo engañarse a uno mismo. Seguramente nadie sepa (ni siquiera el escritor ni la descrita) ni qué pasó ni cómo fue realmente ella. Personalmente creo que el escrutinio no merece la pena.