martes, 7 de junio de 2011

El vértigo de Ícaro

Monotonía, una, otra y otra vez, rodeado de gente que no sabe leer entre líneas, apretando mas el círculo, ahogando, asfixiando. Nadie se entera de nada, hay que decirlo todo dos veces. Hay que pensarlo todo dos veces. No creo que vivas tantas veces, así que piensa cómo escapar. Un día tuviste tu oportunidad, pero la tiraste al suelo como propaganda barata. Otro día vino, pero estabas ocupado. O preocupado. O distraído. Quien sabe... Los panfletos se acumulan en tu asquerosa circunferencia. Otro día te brindaron esa oportunidad de otra manera aún más sencilla, pero la creíste arriesgada y la desperdiciaste de nuevo. Creíste que todos los días vendrían a convencerte, y que cada día sería más sencillo aprovecharla, bastaba con vencerte y que dijeras "Si". Pero si siempre das largas escusas que a nadie importan será porque nadie te importa, o que en el fondo tampoco es tan importante. Y llegó ese fatídico día en el que se cansaron de brindarte oportunidades. Y caíste.

Caíste porque te hartaste de mundo en el que viviste. Porque en tu espalda pesan las alas, y no quieres cargarte de culpa, así que se la echas a otros. Esos otros te la echan a ti, y os las tiráis discutiendo continuamente, aparentando valentía para creer y callar los miedos. Hubo un momento en el que, mediante el ritmo, todas las culpas quedaron suspendidas en el aire. Durante ese instante, el mundo fue un lugar maravilloso. Fue un lugar sin miedos para los cobardes. Fue un lugar bonito para los atentos. Anonadados quedaron sus habitantes. Pero el tiempo avanzo impasible, y una culpa cayó sobre el cualquiera al que se la tiraste. Ese cualquiera tuvo la culpa de todo. Pudo haber caído sobre ti, pero tu caíste. Él tuvo la culpa. Tu se la arrojaste. No sabría decir si tuviste suerte o no. Ícaro, se te quemaron las alas. Tu conciencia se fumó un cigarro pero no apagó la colilla. Tú le dijiste que jugara con fuego.

Y caíste y caíste, arrepentido de no haberte arriesgado a correr, de no haber dicho ni "Si" ni "No", arrepentido sobre todo por no haber luchado, de haberlo dado todo por seguro, de haber fracasado estrepitosamente. Y caíste de nuevo en el círculo, en ese pequeño agujero que oprime cada día más, en tu pequeño hueco de entre la gente. Personas ciegas, pues no quieren ver. Personas que simplemente no quieren escuchar. Personas de entre las cuales te crees superior. Por eso no las quieres ver, los consideras escoria. No las quieres escuchar, no dicen más que sandeces. Algún día te darás cuenta cuando prestes atención que tú y todos los que te rodean, y todos los que os tenéis ese irónico desprecio mutuo desperdiciasteis las mismas oportunidades en distinto calibre.

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