domingo, 13 de octubre de 2013

PARAMNESIA INFANTIL

 En el fondo me sigo sintiendo como un niño. Recuerdo que de pequeño divagaba intentando averiguar cual era el mejor poder sobrehumano que pudiese crear la fantasía. De hecho un encuentro reciente de un amigo de la infancia me recordó que, jugando con cuatro o cinco años cierto día le dije "Te he ganado porque soy el más fuerte." a lo que respondió "No, porque yo soy el más inteligente." Al quedarme sin respuesta, seguimos jugando a ser titanes en igualdad de condiciones, sin darle la menor importancia a la retórica.

 Más adelante me fui decantando por algún tipo de poderío que pudiera arrastrar a quien fuese a la locura. Para tal propósito serviría poder convertirme en quien quisiese. Pensé incluso una mejora: que ese alguien pudiera ser nadie y así hacerme invisible. De niño no pensaba que dicha idea pudiera ser una incongruencia metafísica o material para una canción de letra densa. Lo que quería (lo que supongo que todo crío habrá querido alguna vez) era simplemente ser un héroe. Con esa habilidad e identificando al malo, podría salvar el mundo, hacer justicia... Que simple me parecía entonces, que absurdo, pretencioso y maniqueo me parece ahora.

 Llegué a darle tantas vueltas que ya tenía jugada montada.  Aprovechando la invisibilidad, entraría de noche en la vivienda del villano/víctima, a ser posible durmiendo en soledad. Hacerme pasar por personas allegadas, susurrarles voces e inducirle a la demencia. Manipular su conducta y su visión del mundo mediante la locura, castigarlo o enderezar sus maldades hacia buenos derroteros. Eso si, necesitaría estar bien documentado, conocer historias triviales y hacerme pasar por amigos, familiares, amantes,... Si se pusiera violento podría convertirme en alguien más fuerte, más desagradable, más hermoso, más tierno, más autoritario, más aterrador,... Con tantos recursos sería mejor improvisar que un plan. Ser un héroe, qué bonito sonaba en la entonación propia de la infancia. Puede que piensen que menuda infancia debí tener para pensar este tipo de cosas. Piensen lo que quieran.

 Uno va creciendo a medida que se va conociendo. Ya me di cuenta de que ni soy americano ni tengo tantos cojones como para ser un héroe o salvar el mundo. Creo que simplemente poder verme desde fuera podría hacerme más feliz. Poder verme por primera vez en cualquier concierto, sacarme fallos, mejorar. Cruzarme conmigo mismo entre una manada de desconocidos. Adquirir posturas más apropiadas a cada situación. Aprovechar la perspectiva adicional para hacer trampas al póker. Poder juzgarme, mejor dicho, analizar los momentos en los que no sé si obré bien o mal., porque no me gusta ese regusto a duda en la conciencia. No sé si tengo motivos o derecho a actuar de esta manera, supongo que una intentona de coherencia valdrá más que mil dudas. En el fondo me sigo sintiendo como un niño. Voy creciendo mientras me pregunto cuánto me durará ese sentir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario