sábado, 17 de septiembre de 2011

LA DICTADURA DEL EGO

 Cuentan que pudo haber sido sublime, pero ahora no merece ni que haga su descripción. En su momento fue, a su manera, capaz de heroicidades y atrocidades, aunque todavía no se ha afianzado en ningún extremo. Admiró, vio caer muchos ídolos, superó las adversidades de algunas derrotas. Pero sigue luchando, aunque todavía no se cantan sus hazañas. El mundo no se da cuenta de los temores que venció. Quizá no estén muertos del todo. Quizá nunca vivieron.

 El mundo en el que vivió, su familia, sus costumbres pudieron haber sido unas u otras. Pudo haber sido cualquiera y a nadie le hubiera importado. Decidió cuando tuvo ocasión para ser quien es ahora mismo. Algunas elecciones fueron acertadas aunque hubo bastantes errores. Pero elegir errores es lo que forja personajes y los hace fuertes. El orgullo desaparece, las cicatrices quedan.

 Se rodeó de amistades por iniciativa propia, y a los que no cribaba, el tiempo los acabó por ir arrastrando. Algunos de ellos se alejaron antes de que pudiera olvidaros, y sufrió. No eligió a su familia, pero si como tratarla. Así compartió con los elegidos sus inquietudes, cuando las tuvo. Así expresó el vació cuando su ego se lo permitió. Así mintió cuando lo creyó conveniente. Saboreó besos de miel, masticó soledades hasta que perdieron su sabor. No sabe todavía lo que es la felicidad, por lo tanto duda al sentirla. Quizá sea ese el error, demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.

 Y ahora está aquí leyendo lineas escritas por extraños, mientras la dictadura del ego pasa lentamente hasta el día del fin de la conciencia. Se está acabando el tiempo de dudar. Tic, tac, tic, tac, tic, tac,...

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