La tendencia histórica vigente tiende a
considerar el lenguaje como una obra maestra de la ingeniería abstracta en la
que nadie podría explicitar sus ambigüedades sin caer en nuevas ambigüedades, pues sería como
intentar iluminar una cueva sin el uso
de la luz. En un intento de abordar la paradoja, especulo con la ayuda de
alguien imaginario e hipersensible a ellas, como un ser mundano con la tendencia necesaria
al perfeccionamiento del raciocinio. Convengamos en llamar a este sujeto “la lógica”.
Imaginándolo supongo que su nacimiento
necesitaría, aparte de biológica concepción, de unas premisas sólidas y
explicitables. Es un ser vivo, limitado, y por ello depende de la nutrición y
ansiará por instinto su procreación. Necesitará de su opuesto complementario
para que una parte aleatoria de él sobreviva como su descendencia. Este hecho
hace poco viable, por lo pronto, el ascetismo y la misantropía, además de
obligarle a asumir las primeras ambigüedades por falta de tiempo. Los principales
pecados de la lógica son y siempre serán la incoherencia, la indeterminación y la
contradicción. Podemos descartar que la lógica parta de la tabula rasa.
Sus costumbres tendrían que estar encaminadas
a ese fin (la corrección en los lenguajes), pero son necesarios unos medios, a
priori, inacabables para el humano. Aprender a comunicarse es prioritario. Pero
decidir el cómo es complejo. Por un lado el número es concreto y no suele dar
pie a confusiones, aunque es muy poco expresivo y difícil de entender y expresar.
Por otro, las letras son intuitivas, suelen estar llenas de matices, de
riqueza, pero desde un mal gesto, una posición equivocada, un error cómico, una
mala contextualización o una entonación desafinada muy probablemente tiran por
tierra la fiabilidad del lenguaje.
El ansia de perfección lógica tiene dos
caminos: uno es solitario, infinito e inabarcable, apto solo a la divinidad. El
otro (el que es abarcable y limitado) es el encuentro con seres afines. El
segundo es prosible, aunque no es probable que la compañía sea duradera. Cada
despedida hará que mengüen las ganas de encontrar un alma gemela.
Imagino curioso que la lógica se encierre a su
casa con sus metódicas costumbres, sus manías y sus razones, y alguien llame a
su puerta bajo un pretexto cualquiera. Ante dicho pretexto, desde dentro del
apartamento, la lógica se quedará tan ancho al asegurar en voz alta que “Aquí no vive Nadie ni Nadia”; y el
visitante seguramente marchará huyendo del trato tomándolo más por demente que
por bromista.
Las manías del personaje pueden llegar a
extremos obsesivos y coléricos. Quizá busque los medios para trascender de ser
humano, de purgar su raciocinio o de alcanzar nuevos medios aún por descubrir (quizá
el intento de alcance de clarividencia o inmortalidad, o ansiedades que nadie
en la historia ha codiciado).
La paradoja bien entendida por "la lógica" haría de ella una demente, una obsesa sin culpa, pues la contradicción por excelencia está en intentar abarcar la perfección mediante un sistema imperfecto como es el lenguaje verbal, válido para la comunicación, para el humor, para la expresión de la belleza y de las reflexiones que asumen su función de pasatiempo y para el ejercicio de la inteligencia, pero inexacto, poco eficiente y siempre dado a malentendidos.
Por estos y otros motivos, creo que la
propensión natural de la lógica es la renuncia social hasta afianzar ciertas
condiciones y habilidades, cierta búsqueda de la perfección que inexorablemente escapa a su alcance. Su historia no es
Histora, es simple conjetura y cabezazos contra la pared. Nuestro mundo y nuestro paradigma ni
le importa ni le incumbe, pese a compartimos la misma época. Mis especulaciones
seguramente tendrán poco de cierto, pues por ventura o por desgracia no soy ni
el mesías ni la tarada a los cuales custodio, aunque seguramente los dos sean uno y el mismo. Debido a las múltiples contradicciones que se deliberadamente pueden encontrar en este ensayo, desisto ya de conjeturar a la lógica, pues los caminos por los que discurre el
lenguaje sirven de poco cuando ni se parte ni se llega a nada en concreto.
Quizá no valga la pena tratar al medio como un fin, con perdón de los
lingüistas.
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