Dicen que el sueño es un juego.
Pero,
al contrario que el resto de los juegos,
no tiene reglas.
La gracia del juego es restarte reglas a la realidad.
Pueden participar tantas personas como haya en el mundo,
incluso más,
pues el tablero en el que se juega ha de ser inventado al cerrar los ojos.
A la hora de rellenarlo,
los jugadores pueden elegir aquello que conocen.
A mi parecer es más interesante soñar con lo desconocido,
aunque el miedo a lo desconocido puede ser angustiante.
Durmiendo se juega a ser:
A ser viento encendiendo las olas,
a ser mar y acariciar la costa,
a ser grillo y cantar a los grillos,
a ser corrupto,
bondadoso,
valiente,
carismático,
caritativo,
o rendirte
y ser nada
y no ser nada.
¿Y qué gana el ganador?
Se lleva el recuerdo de un sueño.