Hace miles de años, el antiguo Egipto entró en guerra. Fue una contienda prevista como muy dura para la cual fue necesario que todos los hombres de Egipto, incluido el propio Faraón, partieran pronto a la batalla. Todos excepto Min, el cual era manco, y por no poder sostener a un tiempo la espada y el escudo era poco útil en el frente. Los hombres marcharon a sabiendas de que podrían no volver, se despidieron de sus familias, de sus gentes, de sus casas y del paisaje que amaban y en el que querrían envejecer y ver prosperar.
La guerra fue dura. Viendo el rumbo de los acontecimientos, las expectativas eran que todos los hombres murieran combatiendo, así que Ra le reveló a Min que si no engendraba a las mujeres de Egipto, las mujeres morirían sin descendencia, pues en ese momento era el único varón fértil de Egipto. Min aceptó el mandato divino y comenzó a procrear con todas las mujeres en el tiempo que tuvo. Los meses fueron pasando sin noticia alguna de los guerreros, así que Min continuó fielmente el mandato divino. A los nueve meses empezaron a nacer los primeros hijos de Min, pero todavía no había llegado ninguna novedad acerca del resultado de los guerreros. Los egipcios podían seguir combatiendo, podían estar muertos de hambre o de heridas bélicas, podían ser prisioneros,... Así que Min se reprodujo hasta que, al año de su comienzo, llegaron noticias sobre el fin de la guerra.
Contra todo pronóstico, los hombres volvieron pasado un año de la batalla con la euforia de la victoria y la añoranza de su gente y su entorno. Imaginen cuál fue su sorpresa al encontrar a la mayor parte de las mujeres embarazadas, o con un hijo de Min, único varón fértil, y por lo tanto único sospechoso. Los hombres se sintieron ultrajados, y pidieron al Faraón que castigara tal suceso condenando a muerte a Min, el cual compartió su revelación divina con todos los egipcios como justificación a tal suceso. El Faraón comprendió los motivos de Min, el cuál fue divinizado, pero no pudo dejarle sin castigo, así que le cortó una pierna como punición, perdonándole al mismo tiempo la pena de muerte. Fueron estos y no otros los motivos por los cuales Min llegó a convertirse en dios de la fertilidad en Egipto, y probablemente también en imperios y pueblos coetaneos.